DOMINGO DE RAMOS


LO SABES, SEÑOR
Que con tu entrada en Jerusalén, con asno incluido,
se cumple lo anunciado por los profetas
Que, los que hoy te aclaman, y te exaltamos,
aun recordando tus milagros y tus hazañas,
tus palabras y tu consuelo
muy pronto, a la vuelta de la esquina,
cambiaremos las palmas por el “reo de muerte”
LO SABES, SEÑOR
Que, como Pedro, hoy prometemos amistad sin fisuras
te cantamos himnos y alabanzas
y, mañana, fingiremos no haberte conocido
o esconderemos nuestros rostros
en un intento de no complicarnos la vida
LO SABES, SEÑOR
Que, el arco de triunfo que hoy levantamos
pronto lo brindaremos al mejor postor
a los simples reyes de la tierra
a los que, sin tener palabras eternas,
nos seducen y nos confunden
nos alejan de Ti y nos apartan de tu Gracia
LO SABES, SEÑOR
Que, la corona que te espera,
no es de oro, sino forjada por espinas
Que, el trono que te aguarda,
no está tallado en madera de ébano
y sí esculpida en cruz que produce vértigo y llanto
LO SABES, SEÑOR
Que nuestro sí, mañana será un no
Que nuestros cantos, se convertirán en silencios
Que nuestros vítores, darán lugar a deserciones
Que nuestros gritos, se tornarán en timidez
LO SABES, SEÑOR
Que, tu entrada en Jerusalén,
es el inicio de una aventura teñida de sufrimiento
de sacrificio, prueba y muerte…
pero con redención final
LO SABES….SEÑOR

QUEREMOS VER A JESÚS


Ya estamos en el quinto domingo de cuaresma. Y claro, nosotros hablando de abstinencia, de ayunos, de limosnas para los pobres, y de ser auténticos... no fue más fácil en tiempos de las primeras comunidades. Pero tendrán que llegar tiempos de oscuridad para que caminemos hacia la luz de la fe.
Bueno pues enlazando con las búsquedas del hombre encontramos este domingo a unos galileos que quieren ver a Jesús. El aviso se lo dan Felipe y Andrés. Y Jesús desarrolla un pequeño discurso en el que conviene que nos paremos un tiempo este fin de semana.

1.- El grano de trigo que muere para dar fruto. Habla de sí mismo, morir para dar vida, morir para que se multiplique, morir para ser trigo molido y pan que sacia el hambre. Morir, asumiendo que el Hijo de Dios hecho hombre tiene que morir como todo hombre, pero su muerte adquiere para el hombre el sentido de su propia muerte. No podemos ver a Jesús, conocerlo, si no estamos dispuestos a…

2.- y la respuesta la da Jesús: "El que se ama a si mismo, se pierde". Habla claro, ver a Jesús, conocerle, es asumir el dinamismo de muerte y vida, todo por amor. Es encontrar el amor manifestado de Dios.

3.- Responder es seguirle, asumir el discipulado, no hacer un camino a tientas, sino, seguir al que va delante. La cruz que Jesús carga marca el camino con una línea y conduce hasta el lugar de la glorificación: el Calvario. Si observáis bien el texto veis que las palabras de Jesús son un anticipo de lo que será la oración en el huerto, y es que, ya estamos a las puertas de la pasión, y el Señor respira el olor de la traición, ya vio pasar el gallo de la negación, asume el silencio de la huida, se consuela en la presencia de la madre. Pero todo esto suena a glorificación, la resurrección está iluminando, junto a la voz del Padre que la vida no se pierde, se entrega; que el amor no desaparece, es eterno; que la sangre y el agua del costado no es muerte, es la vida nueva.

4.- La súplica “queremos ver a Jesús” encuentra respuesta al final “y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”. El deseo de ver a Jesús tiene su respuesta al elevar la vista, y, en la cruz está el cordero que quita el pecado del mundo. El querer ver se convierte en atracción, no es solo la curiosidad, sino la necesidad. Contempla la cruz, pues en ella está la gloria.
(Juan 12,20-33)
Javier Alonso

MIRARÁN AL QUE TRASPASARON


Poco a poco la escucha de la Palabra nos acerca a la Pascua. Este domingo se nos regala una parte de la conversación de Jesús con Nicodemo. Un regalo que es necesario aprovechar con intensidad.
El Hijo del hombre es elevado, crucificado y glorificado para recibir de El la salvación. Te pido que hagas un pequeño ejercicio. Observa tu entorno, el paisaje por el que habitualmente te mueves, y descubre, en casa, en las calles, en los pueblos, la inmensa cantidad de signos que nos remiten al Señor, pero especialmente la Cruz. Las torres de las iglesias, los tejados de los hórreos, los cruceiros, la cruz de un rosario, la cruz de la habitación. Muchas veces pasamos ante ellas sin darnos cuenta de que están ahí. Nos hemos acostumbrado.
Hoy contempla la cruz, esa que nos dijo Jesús los primeros días de cuaresma, la cruz que debe abrazar cada uno, la cruz que es camino de salvación, la cruz que es muestra del amor, la cruz que es glorificación del hombre en la gloria del crucificado resucitado.

Contemplar no es quedarse extasiado sin saber qué hacer, sino, tomar opción. Y el Señor nos lo dice hoy, optar por la luz, por la vida, la salvación, optar por el amor con el que El se entregó por nosotros. Contemplar la Cruz del que traspasaron, pues es manantial del que brota el agua de la vida.

SERÁ RECONSTRUIDO


El templo de Jerusalén será destruido no muchos años después de que Jesús expulsase a los mercaderes y cambistas. Nosotros, en ese trabajo inmediato de pensamiento, elaboramos una comparación entre el templo y nuestros templos, entre lo escandaloso que resulta a nuestros ojos el negocio que allí estaba "montado" y nuestros "negocios" que tantas veces nos montamos. Y decimos, como profetas de la justicia divina, que tendría que volver a repetirse esta escena. Pero seguimos teniendo en muchas ocasiones una relación mercantilista con Dios, pues lo que el pecado ha destruido, no fue la materialidad, porque lo que se viene abajo ya se levantará, si se quiere. Sino que lo que el pecado destruye y lleva a la muerte es lo que Jesús ha reconstruido para siempre, convirtiendo lo caduco, lo infecundo, lo que ya no tiene futuro, en vida, eternidad, esperanza, resurrección. 

En el templo reconstruido de su propio templo estamos todos reconstruidos, regenerados como hijos, rehabilitados como piedras vivas del templo santo de Dios. Es el tiempo de que los "verdaderos adoradores adoren en espíritu y verdad". Porque lo importante, ya lo sabemos, no son los lugares, los edificios, sino el lugar santo en que Dios quiere morar, en cada hombre. Y cuántos, y nosotros mismos, somos lugar de mercancía, de comercio, vendemos nuestra libertad pagando un precio que nos hipoteca para toda la vida. Una libertad que fue regalada a precio de Dios que se ofrece en sacrificio y que vendemos al mejor postor en el poder, el placer, las satisfacciones y una vida que creemos más feliz. 

Sí, Jesús, tiene que entrar con el látigo en nosotros expulsando del templo santo de nuestra vida lo que ha contaminado la santidad, lo que ha roto el silencio sagrado de nuestro corazón con la blasfemia de la criatura que se enfrenta a su hacedor.

Jesús, sí tiene que entrar en los lugares del intercambio donde el hombre es mercancía de venta para conseguir mayores beneficios, donde se humilla la libertad, donde se compra lo que no tiene precio.  Ahí tiene que golpear, pero no con la violencia, sino con una nueva llamada a que lo sagrado es inviolable. Lo que daña al hombre es un sacrilegio contra Dios.

Dice el Señor: Mirad que todo lo hago nuevo. Deja que el Señor, que ha puesto los cimientos edifique el templo santo de su gloria en esta pascua que se acerca.
(Juan 2,13-15)

Javier Alonso (Vigo-64)

SABER ESTAR

En este segundo domingo de cuaresma no dejemos correr el tiempo sin pararnos y descansar en el Señor, y escucharle, y seguirle, y arriesgar, y convertirse, y amar. Pues este domingo siempre nos regala el texto de la transfiguración del Señor. Jesús, en aquella montaña, signo de encuentro, después de anunciar su pasión, sube para orar con sus íntimos. La transfiguración es el anuncio visible de la resurrección, es la calma en la tormenta, es la voz del Padre, la manifestación de la Ley y los Profetas, es el anticipo de la gloria, es el gozo infinito, es el encuentro.
Por eso mi propuesta para este domingo es saber estar.



1.- Saber subir con Jesús. La montaña se goza en la cima, nos sorprende, nos sobrecoge, nos abruma, nos traslada, nos da una nueva visión; pero hay que subir, hacer el esfuerzo, dejarse conducir, caminar, saber ascender con calma, con constancia. Nos pasa que al ir subiendo una montaña, por el esfuerzo que haces, van inclinado hacia delante. Necesitas pararte para ver hacia abajo, entonces descubres la belleza. Pero es que el esfuerzo te doblega muchas veces en la vida, pero si no observas todo el conjunto, solo ves tus pisadas, tu cansancio, y cada vez te inclinas más sobre tu ombligo. Jesús nos ayuda a ver que los grandes retos no están viendo para el suelo, sino, levantando la vista al cielo. El subirá a un monte mucho más difícil, el Calvario, y con una carga mucho más pesada, una cruz que condensa a todo el mundo.
2.- Saber orar. Sí, tanto esfuerzo para orar. Nosotros queremos estar ya "conectados" al Señor, de inmediato, y después decimos, es que me distraigo, es que pienso en otras cosas, es que me aburro. Jesús conduce a sus discípulos montaña arriba para rezar. Necesitamos, no evadirnos de la realidad porque es la nuestra, pero si buscar la mirada de Dios de la realidad, saber tener un lugar para el silencio, la escucha. Ellos, envueltos en la nube, signo de presencia, de la manifestación del Padre, se dejan envolver de la gracia. Dejémonos abrazar por Dios. Vivamos esta cuaresma en actitud de oración.
3.- Saber observar. La luz que nos deslumbra, nos llena, nos acerca al misterio, la luz que nos habla de vida, de alegría,  de esperanza, de vida... es la que necesitaban Pedro, Santiago y Juan, y es, la que necesitamos cada uno. 
4.- Saber contemplar la historia recibida. Moisés y Elías, la Ley y los Profetas, aparecen junto a Jesús. La liberación de la ley del amor y la palabra profética que nos revela la voluntad del Padre.
5.- Saber escuchar. "Este es mi Hijo amado, escuchadlo". Obedecer, ob-audire, saber escuchar es la actitud del discípulo, saber acoger la palabra, saber dialogar desde ella, saber responder. 
6.- Saber descender. Jesús nos lleva a la montaña, no para quedarse allí, sino para descender, caminar en la realidad de cada día con una mirada nueva.


Javier Alonso (Vigo-64)