De vez en cuando hacemos
una buena limpieza de nuestra casa. Ese día, nos remangamos, ponemos ropa de
faena, sacamos la "limpiadora" que llevamos dentro y dejamos
todo como los chorros del oro. Te queda una cara de satisfacción viendo la casa
reluciente y con un olor a limpio que estás deseando tener alguna visita y
sorprender al que entra por la puerta. Pero para hacer esto hay que ponerse
"ropa de faena", esto es, para limpiar hay que mancharse, estar
dispuesto a llenarse de polvo, de fregarse por todas partes, hasta el uso de
lejía deja sus secuelas en la ropa. Sí, aunque uses el limpiador más asombroso
del mercado, eso no evita el que tú te manches.
El leproso del evangelio de
este domingo le pide al Señor que lo limpie, no sólo de su lepra, sino también
de la insolidaridad, del abandono en el que vive, de ser un
"descartado" de la sociedad en la que sólo entran los que están
"limpios". Decirle a Jesús si quieres puedes limpiarme, es decirle,
si quieres estar dispuesto a ponerte la ropa de faena y mancharte para quedar
marcado como el amigo de los pobres, de los enfermos y de los descartados. Y
Jesús acepta, porque el amor es más grande que la lepra o que cualquier
suciedad, y es Jesús el que limpia.
Yo me quedo, y tú te
quedas, al margen de tantas personas "manchadas y marcadas" por la
lepra, no sólo de la enfermedad, sino de la lepra de la miseria y de la
pobreza, de la marginación y la droga, de la prostitución y la violencia, de la
ignorancia y el abandono, de la delincuencia, de la inmigración, de tantas y
tantas lepras que hoy asolan a muchos que quedan al margen del camino.
Ayúdame
Señor a tocar, sin miedo a mancharme, lo más duro de la realidad humana y
llevarle tu salud, tu salvación. Cuantas veces te digo, "si quieres puedes
limpiarme". Y sé que aceptas ensuciarte con lo más indigno que hay en mí.
Y es que el día que te colgaron en cruz te expulsaron de la ciudad, y, al grito
de impuro, impuro, pensaban que habían acabado con el amor. Y en el silencio
del huerto, la semilla dio fruto, descendiendo a los infiernos de la humanidad, para rescatar lo que el pecado destruyera y sanar. Y esto lo has hecho por nosotros. Gracias, Señor.
Javier Alonso (consiliario Vigo-64)
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