Resplandeces Señor, no como relámpago que ciega y desaparece, sino como luz que
ilumina, serena, discreta. Luz que alumbra y calienta, descubre los rostros, los
de cada uno y el tuyo: rostro resucitado. Luz que nunca se apaga. Luz abierta,
infinita, sin límites ni puertas. Luz que guía, faro de las vidas. Luz que
nutre, pues sin ella morimos. Luz, Señor, la luz del domingo resucitado.
Palabra que irrumpe en el silencio de la noche y
continúa con el canto de los pájaros en el amanecer. Palabra, historia, encuentro.
Palabra que destruye la tristeza. Palabra que es anuncio. Palabra que es la
convicción de que Tú eres el diálogo del creador con las criaturas, do Nuestro
Padre con sus hijos. Palabra.
Agua refrescante, limpia, transparente y purificadora.
Agua que discurre nutriendo de vitalidad. Agua, nacimiento, vida nueva, belleza
y alegría.
Pan y vino para el camino, Cuerpo y Sangre del
peregrino. Alianza y sello, sentados a la mesa del Reino, cantos de Pascua pues
estamos seguros de que se descubre a
Cristo resucitado en el partir del Alimento.
Pascua, vida y resurrección. Pascua, fraternidad de
amor.
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