Este domingo
celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad. Lo que creemos lo
celebramos, lo que vivimos lo celebramos y es muestra de nuestra fe que se nos
da. Creemos en Dios, uno y trino, esto es, Dios nos revela su intimidad en la
comunión de las tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y es una llamada a
la unidad en la diversidad, a la comunión en la diferencia, a la
complementariedad en la ayuda mutua. Esta festividad nos es para que
desarrollemos un tratado teológico del Misterio de la Santísima Trinidad, sino
para dar gracias porque Dios se nos ha revelado y nos hace partícipes de su
propia vida. El Dios de Jesús, que tiene deseos de amarnos, y lo ha hecho en la
creación, en el hombre, en la historia; el Padre que espera el regreso de todos
a su casa, y, por eso, se manifiesta, se hace uno con nosotros en su Hijo, toma
cuerpo y diviniza al hombre, lo redime del pecado, lo absuelve de su culpa, y
en la resurrección resucita el hombre al hombre nuevo, a la nueva creación.
"Y para que no vivamos para nosotros mismos, sino para El, que por nosotros
murió y resucitó, envió al Espíritu”. Y ahora, llenos del fuego divino,
empapados del amor, plenos de su Gracia, llenamos el mundo de la fragancia del
Reino.
Hoy
celebramos la presencia de Dios, uno y trino, que crea, actúa, vive, sana y
salva, comunica y extiende un silencio fecundo, que escucha el clamor del pobre
y llora con él, que derrama su llanto, un Dios que sale al encuentro y espera
el regreso del hijo pródigo. Creemos en el Dios que no espera sacrificios,
porque El se hizo ofrenda, sacrificio, víctima, altar, que reclama de nosotros
corresponder a su amor. Este es el Dios fiel, solícito, amor, pues sólo el amor
es el que crea la unidad, acepta la diversidad y se entrega en la necesidad.
Javier Alonso
(Vigo-64)
No hay comentarios:
Publicar un comentario