Poco a poco la escucha de la Palabra nos acerca a la
Pascua. Este domingo se nos regala una parte de la conversación de Jesús con
Nicodemo. Un regalo que es necesario aprovechar con intensidad.
El Hijo del hombre es elevado, crucificado y
glorificado para recibir de El la salvación. Te pido que hagas un pequeño
ejercicio. Observa tu entorno, el paisaje por el que habitualmente te mueves, y
descubre, en casa, en las calles, en los pueblos, la inmensa cantidad de signos
que nos remiten al Señor, pero especialmente la Cruz. Las torres de las
iglesias, los tejados de los hórreos, los cruceiros, la cruz de un rosario, la
cruz de la habitación. Muchas veces pasamos ante ellas sin darnos cuenta de que
están ahí. Nos hemos acostumbrado.
Hoy contempla la cruz, esa que nos dijo Jesús los
primeros días de cuaresma, la cruz que debe abrazar cada uno, la cruz que es
camino de salvación, la cruz que es muestra del amor, la cruz que es
glorificación del hombre en la gloria del crucificado resucitado.
Contemplar no es quedarse extasiado sin saber qué
hacer, sino, tomar opción. Y el Señor nos lo dice hoy, optar por la luz, por la
vida, la salvación, optar por el amor con el que El se entregó por nosotros.
Contemplar la Cruz del que traspasaron, pues es manantial del que brota el agua
de la vida.
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