3º DOMINGO DE CUARESMA


Ante las catástrofes, sean naturales o provocadas por el hombre, ya nadie piensa que se trate de un castigo divino como se hacía en tiempos de Jesús. Ahora pensamos en que Dios se ha olvidado de nosotros, o protestamos ante un Dios que se nos antoja caprichoso.Sin embargo, los dos acontecimientos narrados en el evangelio de hoy y cuantos suceden a nuestro alrededor en el día a día, han de ser leídos desde otra perspectiva. El Señor nos lo recuerda e indica repitiendo una llamada a la conversión. Pero no porque así escapemos al "castigo divino", sino porque es necesario ese cambio de punto de vista. Para ello, Jesús nos propone una parábola. La imagen de la viña es empleada varias veces a lo largo de la Escritura para exponer el amor y cuidado que Dios tiene para con su pueblo. En este caso, además, se insiste en la paciencia. El pueblo no da fruto, no está cumpliendo la misión que tiene encomendada. Pero el viñador se ofrece a cuidarla, a abonarla, se arma de paciencia y actúa con misericordia y ternura. Sin duda, "la paciencia de Dios es nuestra salvación". Nos podemos imaginar al viñador, el próximo año, repitiendo el mismo discurso, porque es eterna su misericordia.

En este Año de la Misericordia no estaría mal contemplar una vez más esa característica de Dios. Su paciencia, su cuidado, su esmero puesto en el que demos fruto. Es un momento difícil, porque se trata de no pensar, sino dejarse llenar de su amor. Adora y confía; contempla y escucha; déjate embargar por su misericordia.

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