4º DOMINGO DE CUARESMA


El evangelio de este domingo nos presenta la parábola del "hijo pródigo". Al meditarla, normalmente tendemos a sentirnos más cercanos del hijo que vuelve que de aquel que se quedó en la casa del padre. Pero si lo pensamos bien, si nos parecemos a alguno, es precisamente a este último. El mayor está igual de perdido que su hermano pequeño. Basta ver cómo se dirige a su padre, "en tantos años como te sirvo" y cómo se refiere a su hermano, "ese hijo tuyo", negando así su relación con él. Si el hermano pequeño ha roto la relación físicamente, al gastar la herencia lejos, el mayor ha perdido la oportunidad de sentirse hijo y hermano. La solución tanto a un problema como al otro estriba en la misericordia del padre. Esa misericordia la ejerce tanto con uno como con el otro, y, sobre todo, tiende a devolver a su ser la relación que se había perdido. Con el primero se vuelca, recordándole e invitándole a renovar la relación de fraternidad. 

No importa lo perdidos que estemos, no importa si hemos roto la hermandad, lo que vale, lo que triunfa es el perdón y la misericordia del Padre, que renueva y fortalece, que restaura y fortifica nuestra débil condición de hermanos e hijos.





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