5º DOMINGO DE CUARESMA


En este Año de la Misericordia, el texto de la mujer adúltera que nos presenta el evangelio adquiere, si cabe, una fuerza aún mayor. Desde el monte de los Olivos Jesús, donde ha estado orando, llega al Templo para enseñar a cuantos le escuchen. El Señor ya es conocido y todos quieren oírlo. El hecho de que se sentara califica a Jesús como maestro, pues esa era la postura en la que se enseñaba en el templo. Por tanto, es lógico que los fariseos y letrados se dirijan a él en estos términos, aunque con tono de burla, puesto que buscan utilizar lo que diga en su contra. La reacción de Jesús es de tranquilidad, escribiendo en el suelo con el dedo, lo que nos muestra que estamos ante una persona culta, frente a la tónica general, que no sabe leer ni escribir. Jesús, en vez de poner la ley por encima de la vida de la mujer, hace hincapié en lo que la ley exige a todos. El que esté libre de culpa que tire la primera piedra. La multitud se va escabullendo, empezando por los más viejos. La conversación entre Jesús y la mujer da paso a la misericordia de Dios: tampoco yo te condeno. Pero, le recuerda la necesidad de conversión: no peques más. Así también sentimos el amor de Dios ante el que debemos responder con un cambio de vida.
Señor, haznos ofrendas de amor y conversión.

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